Cómo utilizar la inteligencia emocional para gestionar el estrés

Siempre que nos sentimos estresados, nuestro cerebro está bombeando hormonas como el cortisol. Si esto se mantienen durante meses y años, esas hormonas pueden arruinar nuestra salud y convertirnos en un eterno manojo de nervios.
Daniel Goleman
Un estrés prolongado en el tiempo puede ser muy perjudicial para nuestra salud. Pero nuestro día a día tal vez no ayude demasiado. La gran mayoría de nosotros vive lo que se conoce como estrés social; una constante tensión derivada de problemas o situaciones difíciles como puedan ser problemas en relaciones de pareja, familia o amistad, problemas económicos, sociales, de inseguridad, etc.

¿Cómo podemos gestionar el estrés o la ansiedad para que no nos condicione en nuestro día a día?

Índice

Cómo utilizar la inteligencia emocional para manejar el estrés

Claves para gestionar el estrés con inteligencia emocional: una herramienta muy potente para el bienestar


Gracias a la práctica de la inteligencia emocional, podemos ser capaces de mantener a raya nuestro estrés. Y no solo eso, la inteligencia emocional es una herramienta necesaria, útil y muy saludable. Lo que ocurre con nuestro cerebro es que este nos manda señales para que tengamos una sensación de cierto control sobre lo que nos rodea, ya que de lo contrario, si constantemente percibimos el mundo como un lugar peligroso, el estrés terminaría con nosotros.

Cuando creemos que los problemas ante nosotros son difícilmente manejables con los recursos que disponemos, nuestra mente nos juega una mala pasada y aparece la sensación de amenaza y los síntomas físicos como presión en el pecho, dolor de cabeza, mareos o incluso ataques de ansiedad.

Por suerte, la inteligencia emocional se puede desarrollar, pero para ello, hay que ser constante en la práctica.

Gracias a este tipo de inteligencia, podremos entendernos mejor a nosotros mismos y a los demás, aprender a detectar nuestras propias emociones y las de los demás, gestionarlas y, con un buen manejo emocional, tener una mejor relación con los demás.

1. Conscientes de nuestras emociones


¿Qué es lo que siento en estos momentos? ¿Por qué lo siento? Es decir, ¿cuál es el motivo que me ha llevado a sentir esto? La mayoría de veces no nos detenemos a analizar la emoción que estamos experimentando. Al identificar las emociones (enfado, miedo, tristeza, alegría, etc.) obtenemos mucha información y comprendemos mejor. Esto evita, en la medida de lo posible, que cualquier situación nos sobrepase o que lleguemos al límite.
Otras de las cuestiones que nos podemos plantear para que nos ayuden a identificar nuestras propias emociones son:

¿Qué es lo que está en mi mano ahora mismo para hacerme sentir mejor? Y una de las más importantes cuestiones; ¿Qué puedo hacer a largo plazo para evitar que esto se produzca de nuevo o me afecte lo menos posible?

2. Buena gestión emocional


Así como la parte de ser conscientes de nuestras emociones es muy importante y el primer paso de la inteligencia emocional, también lo es una buena gestión de estas.

Gracias a la gestión emocional podremos reducir poco a poco el estrés hasta controlarlo.

Controlar nosotros nuestras propias emociones y no que ellas nos controlen a nosotros. Esto no quiere decir reprimirlas, por supuesto que hay que experimentarlas, porque cada una de ellas tiene su función, pero lo ideal es encontrar un equilibrio, ya que, tanto reprimirlas como dejar que nos desborden es perjudicial para nuestro bienestar y la relación con los demás.

Para ello, unas posibles cuestiones que nos podemos plantear podrían ser:

¿Qué puedo hacer para que mi emoción sea más funcional y menos abrumadora?
Nuestros pensamientos son filtros y no siempre son acordes a la realidad. Debemos detectar especialmente aquellos que contienen las obligaciones "tengo qué y debo", ya que estas frases nos las imponemos a nosotros mismos creando una presión innecesaria.

Además, lo recomendable es analizar si nuestra preocupación es fundada, es decir, si realmente lo que pensamos que podría ocurrir (lo que anticipamos) realmente podría ocurrir o es algo improbable.

Esta también es una de las situaciones que mayor estrés nos genera.

3. Empatía hacia uno mismo


La empatía hacia los demás es uno de los aspectos que caracteriza a una persona emocionalmente inteligente, pero ¿qué ocurre con la autoempatía? Muchas personas no son capaces de perdonarse a sí mismas, de ser compasivas consigo mismas. Son excesivamente duras y viven con una gran culpabilidad a sus espaldas.

Si tan solo fuésemos más amables y afectuosos con nosotros mismos, nuestro bienestar mejoraría al ser autocompasivos.

4. Habilidades sociales


Las habilidades sociales también son parte fundamental de la inteligencia emocional. Gracias a ellas, somos más asertivos; expresamos mejor cómo nos sentimos y por qué lo sentimos. Aprendemos a disculparnos de manera sincera, a pedir ayuda, a poner límites, etc.

Además, las habilidades sociales no solo nos ayudan en el ámbito privado, también al contar con ellas podemos negociar y manejar mejor situaciones complicadas o delicadas en el trabajo.

También sabrás cómo responder o actuar ante personas que no tienen su inteligencia emocional desarrollada y que posiblemente actúen de manera impulsiva, negativa o amenazante ante una situación que con IE podría tratarse de un diálogo enriquecedor.

5. Motivación


Muchas veces vivimos sumidos en la rutina del trabajo a casa, y de casa al trabajo, pero es muy importante que encontremos espacio para nosotros mismos, para actividades de ocio y descanso.

A nuestro cerebro le viene muy bien de vez en cuando resetear.

Ya solo con establecer algo diferente en nuestra rutina, comenzamos a sentir una mejora de nuestro estado de ánimo.

En definitiva, la inteligencia emocional nos puede ayudar a manejar el estrés. Pero, si sentimos que el estrés comienza a prolongarse en el tiempo y nos gustaría contar con ayuda profesional, también es posible ponerse en manos de un psicólogo que nos ayude con ello.

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