Opiniones de clientes satisfechos

Lo primero, mil disculpas por la extensión del comentario. Pero, si hace dos semanas me llegan a contar esto, no me lo creo. Así que quiero intentar explicar, lo mejor posible, lo que hemos vivido. Adoptamos a Río un Mini Pincher de un año, hace tres meses y, cuando lo conocimos, él ya llevaba un mes trabajando con otro adiestrador(vamos a llamarle Pepe) porque Río tenía bastantes problemas para ser adoptado. Pepe, basaba la educación del perro en el refuerzo positivo. Todos los días teníamos que cortar salchichas para distraer o premiar a Río. Los paseos eran auténticas torturas. No podíamos relacionarnos con absolutamente NADIE. Eso incluía a nuestros amigos, nuestras familias, compañeros de trabajo, zonas con tránsito de gente o de coches… La solución que nos dio Pepe era que teníamos que sacarlo a horas en las que NO hubiese mucha gente en la calle. Si, por desgracia, alguien se acercaba a hablar con nosotras. (Porque los dueños de perros somos supersociables jaja) Era un auténtico apocalipsis zombi. Ladridos sin parar, mordiscos a perros y a sus dueños… ¿La solución? Huir de la zona, tirar salchichas al suelo para intentar distraerle o ponerle la cabeza en el suelo con una “llave” de correa. Pero Río seguía ladrando y era imposible mantener una conversación. NADIE podía entrar en nuestra casa. Un día se me ocurrió invitar a mi prima pequeña a pasar el finde y le mordió varias veces. Además de no dejar de ladrarle a cada mínimo movimiento de la niña. Cuando nos íbamos de casa no podíamos dejar NADA a su alcance. Nos rompió zapatillas, dinero que nos dejamos en la mesa (billetes), papeles, esponjas de ducha… Y Pepe no nos dejaba reñirle si no lo hacíamos en el momento justo. Así que era un poco imposible si no estábamos delante xD El sonido del timbre, otro drama. ¿Solución de Pepe? Intentar distraerle con chuches si lográbamos adelantarnos al primer ladrido. O_O Todo este “adiestramiento” se alargó dos meses más. Y estábamos dispuestas a tener paciencia y esperar así el tiempo que fuera necesario. Hasta que Río mordió a una niña mientras cruzábamos un semáforo. Lo llevábamos pegado nosotras, él parecía tranquilo y, cuando menos lo esperábamos, giró la cabeza y le mordió en la pierna sin que pudiésemos darnos ni cuenta. Hasta que la niña no empezó a llorar y a gritar no fuimos conscientes de lo que realmente había pasado. En ese mismo momento contacté con Pepe, desesperada, frustrada, cabreada y todos los “-adas” que os podáis imaginar. ¿Su respuesta? “Tenéis que comprarle un bozal y esta es la mejor marca”. O_O Esa fue la gota que colmó el tanque de agua que ya estaba a rebosar. Desde que Río llegó, todo nuestro tiempo, energías y rutinas estaban puestas en él. Teníamos discusiones, estábamos frustradas, con una sensación de impotencia alucinante y pensando que, a lo mejor, teníamos que darle a alguien con campo a Río porque no iba a ser capaz de vivir en sociedad. Cómo última opción decidimos contactar con David. Y, a partir de ahí, todo ha sido supersencillo. David nos contactó en menos de 24 horas y, después de una conversación de 45 minutos en la que me preguntó y explicó absolutamente TODO, concertamos una cita con él. Llevamos dos semanas con David (CUATRO clases) y nuestra vida ha cambiado totalmente. En la segunda clase nos llevó a una terraza en el centro de Alicante, fuimos buscando perros y acercándonos a las personas, a los niños, a los carros… Para enseñarme lo que tenía que hacer. En la tercera, nos metimos en el Corte Inglés, además de tomar algo en el centro y pasear por Maisonnave y Reyes Católicos en hora punta. Río ya no ladra cuando tocan al timbre. Disfruta de los paseos igual o más que nosotras. Da igual lo que pase, da igual quién se cruce. Él va a nuestro lado. Ahora pasamos más tiempo con él porque se viene con nosotras a TODAS partes. Le damos mil veces más cariño que antes. Porque ahora el premio son las caricias no las chuches. Ahora las caricias tienen mucho más valor, viene a buscarlas e intenta ganárselas. Antes pasaba de las chuches y las cogía cuando le apetecía por eso no nos hacía caso. Ya no ladra ni destroza nada cuando nos vamos de casa, puede acercarse gente a él sin problemas podemos hablar con otras personas, estar con nuestros amigos y nuestra familia… En definitiva, en cuatro clases estamos recuperando nuestra vida y, en dos semanas, hemos conseguido la conexión con él que no habíamos conseguido en tres meses. Aunque los resultados y los cambios en Río los íbamos notando desde la primera clase. Lo más importante es que David nos ha enseñado a NOSOTRAS así que cuando él se va, Río se comporta exactamente igual. El adiestramiento también está siendo para nosotras. Así que ahora tenemos seguridad, vamos relajadas y sabemos qué hacer en todo momento. PD: Lo que ya es la leche es que tenemos dos gatos y, como nuestra casa se puede dividir en dos, llevábamos tres meses de tensión cerrando y abriendo puertas y ventanas para que se cruzaran lo menos posible e ir súper despacito. Porque sabemos que este sí que es un proceso lento, por eso no lo he comentado al principio. Pero es que ahora, en dos semanas, tenemos TODAS las puertas abiertas. Ya pueden cruzarse por la casa sin problema porque Río, siempre que ve a los gatos, nos mira y está más pendiente de nosotras y de que le demos mimos, que de los ellos.

MUY bien

Excelente profesional ,se implica mucho con el paciente

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Molt puntual, ràpid i a un bon preu

Buen profesional muy serio.

Muy contentos con la persona selccionada.

ok , sin problemas

Muy profesional. Impecable.

Majisima y muy peofesional!!